El Eterno Retorno

EL ETERNO RETORNO

En sus inicios, El eterno Retorno se encuentra con el deseo de permanencia, de cumplimiento de eternidad que todo hombre profundo lleva siempre consigo. Sin embargo, a dicha eternidad se le presenta un problema: si Dios ha muerto, no existen otra vida ni otro mundo mas que estos, y este mundo y esta vida pasan, son efímeras, fugaces. Entonces ¿Cómo concedo eternidad a lo que por naturaleza es pasajero?

El mito del Eterno Retorno “es un intento extremo de solidificar el devenir, de anular la irrevocabilidad del tiempo” _{(Colomer 2003)} (el Eterno Retorno no es una sucesión temporal).

Lo que el Eterno Retorno quiere mostrar es la infinitud del tiempo en su doble dimensión: pasado y futuro. Si existe un pasado infinito, entonces, todo lo que puede suceder, ya ha sucedido, nada hay por venir. De igual forma, si el futuro es infinito, todo lo que puede suceder, tiene que suceder, todo está por venir. Por tanto, todo lo que ocurre en el tiempo ha ocurrido y tiene que ocurrir de nuevo, si el tiempo como pasado y futuro es infinito, todo tiene que haber existido y todo tiene que volver a existir. Sin embargo, el eterno retorno no vuelve con todo en sí mismo, sino que al volver, existe transformación y con esto, el Eterno retorno es selectivo, empuja al hombre a tener una evolución: la del SUPERHOMBRE, “capaz de morder la idea del eterno retorno y convertir su asco en risa” _(ibíd.).

Todo lo que ocurre en el tiempo es pensado al infinito. Lo intemporal es finito, pero el tiempo dentro del cual transcurre es infinito, y por eso, cuando el curso de las cosas ha culminado, tiene que volver a empezar. El tiempo se convierte de recto a curvo, que gira sobre sí mismo, y donde el fin concuerda con el nuevo comienzo. Esto lleva a que a la vez, desaparezcan las diferencias en el tiempo, lo pasado y lo futuro es lo mismo, todo está en todas partes, ya no existe un antes ni un después. El modo de las causas retornará y volverá a crear de nuevo (“yo vendré otra vez con este sol, con esta tierra, con esta águila, con esta serpiente, no a una vida nueva, o a una vida mejor, o a una vida semejante, volveré de nuevo eternamente a esta misma e idéntica vida, para enseñar de nuevo el eterno retorno de las cosas para volver a comunicar el  superhombre a los hombres” _{(Así habló Zarathustra).}

Nietzsche piensa el tiempo como lo eterno, percibe lo perecedero como lo estable, entiende lo único como lo repetido. En este sentido, el Eterno Retorno es ambivalente, muestra una doble cara, espantosa o risueña según se le mire desde el pasado o desde el futuro. Si todo lo que ocurre ya está terminado, entonces también el futuro está fijo. No hay nada nuevo bajo el sol: vista desde el pasado, la teoría del Eterno Retorno es fatalista.

El Eterno Retorno no se concibe como una teoría cosmológica, sino como una doctrina ética y se convierte en un imperativo una regla práctica de la voluntad, capaz de dar un nuevo centro de gravedad a la experiencia: “lo que quieras, quiérelo de tal forma que también quieras  su eterno retorno”, esto convierte al Eterno Retorno en una necesidad y en una libertad.

El Eterno Retorno constituye así la subversión más extrema de la concepción del tiempo. El tiempo es lo fijo y lo abierto, lo ya decidido y todavía por decidir, se otorga al pasado el carácter abierto del futuro y al futuro la estabilidad del pasado. Nada se pierde, todo permanece, pero como repetición de lo mismo.

Para Nietzsche, como para Platón, ser es permanecer, pero a diferencia de Platón, en  Nietzsche, la permanencia no se le atribuye al ser, sino al devenir. Para ello, es preciso que el devenir no sólo transcurra, sino que vuelva sobre sí mismo, es decir, retorne sin cesar. El Eterno Retorno es la única manera de afirmar que el ser es necesidad, y por tanto, que el verdadero ser, es el ser necesario, pero a la vez, que ésta necesidad no reside en otra parte que en el devenir.

A MANERA DE CONCLUSIÓN

 Con todo esto, lo que Nietzsche propone es dar carácter absoluto a la realidad sensible y finita.

Desde el momento en que el Dios ultrasensible muere, se le hace ineludible establecer frente a la doctrina de la creación, la eternidad del mundo.