EL PRINCIPIO APOLO-DIONISIACO
Partiendo de la filosofía de
Schopenhauer y del ideal estético de Wagner, Nietzsche hace una original
concepción de la vida griega (redescubre la Grecia clásica), centrada en las
dos figuras antitéticas de Apolo y Dionisos. Esbocemos la “identidad” de cada
uno para continuar:
APOLO, el más bello y luminoso de los
dioses del panteón griego, cuyo santuario en Delfos era cede del célebre
oráculo al cual muchos héroes y filósofos –incluso Sócrates- visitaron en busca
de un devenir. Apolo es un dios pastoral, poeta y conductor de las musas,
representa las facultades creadoras de formas bellas y armónicas.
DIONISOS, el dios tracio de la
naturaleza y el vino, símbolo de la fecundidad de la tierra, el sátiro barbudo
y laberinto de las fiestas orgiásticas. Representa la alegría desbordaba del
vivir la exaltación exuberante llevada hasta el extremo de la embriaguez y el
éxtasis Apolo y Dionisos –las dos divinidades antitéticas que dan origen al
arte- son las que despiertan en nosotros la idea del enorme antagonismo, en
cuanto a origen y metas existente en el mundo griego, entre el arte plástico
(apolíneo) y el arte desprovisto de formas y música (el arte de Dionisos). De
uno de estos dos elementos: ensueño apolíneo y embriaguez dionisíaca, artes
plásticas, lírica y música se compone todo el arte.
Lo maravilloso de pueblo griego, fue
haber sabido conciliar ambos aspectos en una obra de arte única: LA TRAGEDIA.
En esta, poesía y dialogo representan lo apolíneo; música, coro y danza, lo
dionisiaco. Entre ambos momentos complementarios, entre la serenidad de Apolo y
el arrebato de Dionisos, la simpatía de Nietzsche se dirige al segundo, con su
exaltación vital y su delirio místico.
El redescubrimiento que Nietzsche hace
de Grecia, es poco aceptado y para muchos, muy pretencioso, ya que el hecho de
insinuar que en la Grecia clásica no hubo más que apolíneos y dionisíacos, que
las diferentes doctrinas filosóficas (hedonismo, epicureísmo, platonismo, etc.)
se pueden enmarcar dentro de lo apolíneo y lo dionisiaco, al igual que el mismo
sistema de gobierno, significaba para los intelectuales –en el sentido
arendtiano- una negación de sus conocimientos, para nuestro anfitrión,
significaba el monumento artístico griego, donde el arte es más poderoso que el
conocimiento, puesto que aquel quiere la vida y éste, en última instancia
quiere el conocimiento, este aspecto se puede comparar con la distinción que
Hannah Arendt hace entre el pensamiento y el intelecto. El primero es el que
crea, mientras que el segundo es un mecanicismo donde se evidencia la vida
activa. En ese sentido, el arte que se basa en el pensamiento se sobrepone al
conocimiento que sería únicamente una base de datos.
Por lo anterior, la filosofía como
arte no es erudición, tampoco el conocimiento del pensamiento filosófico del
pasado, sino es SUBVERSION, al igual que el arte dentro de la mirada trágica de
la Grecia Clásica.
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